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domingo, 13 de septiembre de 2009

DEJAR DE SUFRIR ES ABANDONAR TODA IDENTIFICACIÓN

Mi intención es que según leas mis artículos, redescubras algo que sabes a un nivel muy profundo y que en este acto de “descubrimiento” o rememoración experimentes una gran alegría, un gran contento y una profunda paz al contactar con esa parte tuya “real” que es tu aspecto sabio y luminoso, en el que no cabe ni el miedo, ni el dolor ni la memoria asfixiante y que me ayudes a mí también a alcanzar ese gozo.

Todo tu sufrimiento, todo nuestro sufrimiento tiene una causa a la que le he puesto un cariñoso nombre: “la identificación con el pequeño yo”. El ser interior de todo humano espera pacientemente a que estemos preparados para abrirnos a ese espacio en el que somos totalmente conscientes y estamos completamente despiertos a nuestra magnificencia, pero que no experimentamos por todo tipo de condicionamientos y prejuicios, creencias erróneas sobre nosotros mismos. La repetición de pautas mentales inducidas socialmente han formado redes neuronales en nuestro cerebro, que parecen haberse paralizado en un solo programa, exactamente lo mismo como cuando decimos que el ordenador “se ha colgado”. Estos son patrones mentales de interpretación de los fenómenos que experimentamos totalmente abstractos y sin definir que llamamos la realidad “de ahí fuera”, y que pasamos por el filtro de nuestra memoria, nuestras heridas emocionales profundas, la hipnosis del condicionamiento social y el bagaje de ideas que han ido estructurando nuestra visión del mundo desde la primer habitación de la consciencia de la infancia. Habitación que hay que realizar un acto voluntario para abandonar. Nunca nada te llega como es realmente, en medio hay un montón de intérpretes. Cuando ves algo, ya para empezar tus sentidos te falsean, te muestran un mundo de separación y aislamiento que no son la realidad. Y luego están todos los demás filtros que falsean la realidad: tu sociedad, tu religión, tus ideologías, tus sentimientos. En el momento que algo llega a ti, ya casi nada queda del original, ha sido falseado por todo tipo de filtros y condicionamientos. Siempre que ves algo nuevo, tu cerebro necesita asociarlo con algo que conoce, si no puede hallar esta asociación lo niega y rechaza, entonces paralizas tu aprendizaje. Por eso para aprender debes abandonar el conocimiento contaminado. Cristo decía que sólo los niños podían entrar en el Reino de los cielos, porque sólo con una mente de no conocimiento puedes abrirte al conocimiento, es una paradoja, pero es realmente así como funciona la evolución. Nuestro cerebro tiene una tremenda capacidad de concentración, neuro-plasticidad y de aprendizaje, pero que hemos opacado por todo tipo de “eclipses” mentales y emocionales. Sin esa capacidad de concentrase en sólo una pequeña fracción de los trillones de bit de información que el cerebro procesa segundo a segundo, no podríamos sobrevivir. Nos volveríamos locos literalmente. Para leer estas palabras tu lóbulo frontal tiene que tomar unas cuantas decisiones de selección de las que no eres consciente, para poder centrarse en estas palabras y no en lo que está procesando ahora mismo el páncreas, o el hígado o las células epiteliales. Si tuvieras que prestar atención consciente a los millones de procesos que están operando ahora mismo en tu cuerpo, no podrías estar vivo. Tu mente se colapsaría al instante. Esta capacidad de concentración te sirve para vivir, y para sobrevivir, pero cuando el cerebro deja de aprender conceptos nuevos y repite pautas una y otra vez, es cuando una red neuronal se ha instalado en tu cerebro y pasarás por ese filtro experiencias que sencillamente acontecen sin etiquetar. Antes de que tu cerebro siga: “Cris me cae muy mal”, tu cerebro tuvo que realizar un sin número de procesos y conexiones internas de las que no somos conscientes. Tuvo que elegir entre todas las redes neuronales, una que me asocie con algo: tuvo que abrir la carpeta “chica rubia”, de entre la carpetas “chicas” y asociar esta carpeta con la de otras redes neuronales asociadas por la memoria: “chica rubia que me hizo daño cuando era niño”, “chica rubia que se parece a la chica rubia que me humilló en quinto de primaria”, “chica rubia que se parece a la tía Pepa, que siempre me regañaba cuando era pequeño” …para crear una carpeta “nueva” hecha de todos esos retazos de heridas grabadas en la memoria y titularla: “todas las chicas rubias que se parecen a la tía Pepa son peligrosas”. Aunque te parezca horroroso este proceso, lo hacemos prácticamente las 24 hs del día casi todos los humanos y todo el tiempo y con todas las personas que aparecen en nuestro aparato de percepción. Esta treta mental es la causa principal de ausencia de paz en el mundo, desde las pequeñas reyertas entre hermanos hasta las grandes batallas entre naciones y religiones.

El odio que ves en ti mismo, el odio que ves en los demás, el odio que ves entre los gobiernos y religiones… es producto de estas asociaciones inconscientes que hace el cerebro, en un estado inmaduro de conocimiento de sí mismo y en un estadio de parálisis del aprendizaje. Para odiar tiene que haber pensamiento, para amar tiene que haber silencio. El odio es el producto de todas las conversaciones interiores mantenidas durante toda la vida de nuestro yo circunscripto o “ego” consigo mismo sobre si lo que está ocurriendo ahí fuera “está bien o está mal”. El odio y la infelicidad es el producto de un error del intelecto que se identifica totalmente con el yo o ego y todos sus aferramientos y temores de perder “lo mío o lo nuestro” en aras de “lo tuyo o lo vuestro”. El odio es el resultado de la fragmentación del ser, producto de las interpretaciones erróneas de la mente sobre lo que ha de llamar “realidad física”. Para abandonar el odio debes dejar de vivir en el nivel del instinto de supervivencia. El instinto tiene tres capas: la supervivencia, el sexo y el poder. Estas tres capas que guían al hombre instintivo le llevan a la religión, a la política y al sentimentalismo. Estas tres capas nos mantienen varados en el primer nivel de la existencia: la lucha y el dolor. Cuando no has logrado abandonar el escalón del instinto, aunque hables de Dios o del amor todo el santo día, vives en el nivel más bajo de la vida. Perseguirás el poder, con un disfraz de que persigues el amor, pero en realidad persigues el poder. Serás incapaz de escuchar a otro que te oferte otra visión del mundo, porque el instinto del poder hará que no le escuches. La razón por la que persigues el poder es porque te sientes inferior. Y te sientes inferior porque realmente estás “siendo inferior”. Sólo pasando al segundo nivel de la consciencia, el nivel de la intuición, pasas a ser superior para ti mismo, nunca para los demás. En el nivel de la intuición ya no te sientes inferior ni superior a nadie, ya no estás guiado por el poder ni de la religión, ni de la política ni de la supervivencia de la sociedad. Si le preguntas a Cristo si es “cristiano y de derechas”, te mirará sonriente y te dirá: ¡pero qué dices, he alcanzado el estado de unidad y de inocencia, cómo iba mi mente tener religión o política!, porque eso implicaría que no soy inteligente y mi mente ha alcanzado el estado total de la inteligencia: la inocencia. Si le preguntas a Buda si es Budista, te responderá algo parecido. Esas mentes ya no vivían en el estado del instinto y de la lucha, el primer nivel, esas mentes habían alcanzado el estado cumbre de la inteligencia, del corazón, de la totalidad, de la intuición. Ninguna mente iluminada puede tener religión u orientación política, porque ninguna mente iluminada es mediocre. Esas mentes no entienden el amor como nosotros. Si matas por tu patria ¿estás amando? Si segregas por tu iglesia ¿estás amando? Si insultas a otro por tu causa ¿estás amando? ¿Estás amando cuando dices que tu causa es tan importante, es tan prioritaria que debes ser violento con otros? Toda fragmentación es producto del pensamiento. El pensamiento te hace desear esto y aquello, te hace perseguir esto y lo otro, y piensas que toda tu violencia está justificada por tu causa, porque dices que tu causa es en nombre del amor. El amor no puede llegarte por ninguna escritura, siquiera la mía. No puede llegarte por ninguna filosofía, no puede llegarte por ningún templo o iglesia, no puedes adoctrinarte en el amor. Sencillamente estás alimentando tu ego, la sensación de “esto es mío, esta es mi causa, esta es mi iglesia” y cada vez que tu mente se fragmenta así no puede percibir la totalidad, porque para decir “esta es mi iglesia” tienes que dejar fuera todo lo demás y tienes que odiar a todos lo que no piensan como tú ¿ese es el amor que deseas conquistar? Crees que las mentes de Cristo o Buda odiaban a otros por alguna causa ¿crees realmente que esas mentes que alcanzaron el silencio, tenían alguna causa? Y si el amor no fuera nada de lo que crees, y si no implicara ninguna lucha, ninguna identificación, ninguna etiqueta. Y si amar fuera simplemente que acabe toda tu lucha interior, que acabe todo el producto de tu pensamiento? Por eso los sabios dicen que sólo puedes amar cuando meditas, cuando entras a saco en la meditación y la meditación no es adoptar una postura rara, ni ayunar, ni cánticos raros…es cuando cesa tu juicio y toda identificación. ¿Puede la existencia tener etiquetas, nombres, grupos, iglesias, causas que implican separación y violencia? Sólo puedes amar si estás dispuesto a desaparecer. Cristo se iluminó cuando ya no estaba allí, no cuando su cuerpo no estaba allí, sino cuando se estalló a sí mismo y se fundió con todo lo que existe sin juicios. Cristo o Buda no estaban interesados en el pasado, no estaban interesados en el pensamiento que fragmenta todo en esto es bueno, esto es malo, que nos hace violentos, esas mentes estaban interesadas en el silencio. Hablo de un silencio interior que nadie puede enseñarte, que no sale en la Biblia, que no sale en Corán, que no sale en ningún testamento. Es un silencio en el que tienes que convertirte, harto ya de identificarte con el pasado. ¿Crees que Cristo condenaría el sexo?. La energía sexual es totalmente neutra, totalmente inocente, es tu mente la que pervierte, la que enjuicia, la que ensucia. ¿Cómo puede un órgano sexual ser malo o pecaminoso? Has pensado alguna vez si un delfín es capaz de condenar su órgano sexual? ¿Lo imaginas haciendo semejante aberración? La violencia nace no en el sexo sino en lo que piensas que el sexo es. Si lo conviertes en una meditación, si te respetas tanto como para no necesitar reprimirlo, si lo experimentas con amor e inocencia, el sexo se irá poco a poco de tu vida, no porque te lo diga un sacerdote, sino porque toda la existencia te parecerá extática y porque a medida que entres en la meditación, los deseos irán menguando. Pero si reprimes algo tan maravilloso como el sexo, algo tan inocente como el sexo (ningún animal lo ultraja) entonces sí que crece en ti una violencia, entonces sí que eres como una bomba a punto de estallar. La buena noticia que a todos nos pertenece esa capacidad de aprendizaje, de iluminación, de alcanzar ese silencio que quizás sea amar. Para eso debes tomar la decisión del cambio y abrirte a la inteligencia interior y perder todo tipo de identificación que te lleve a un “nosotros contra ellos”, como viven los niños hasta los 3 años, edad en la que sus mentes infinitas ya comienzan a contaminarse por la mal entendida educación. Así naciste tú, en un estado total de entendimiento, de “realidad”, de intuición. Y así puedes recuperarte si dejas de resistirte al aprendizaje y dejas que tu cerebro abra nuevas redes neuronales. El político y el religioso deben seguir al hombre intuitivo, sólo cuando el político y el religioso escuchan al hombre intuitivo, es cuando florecen y se convierten ellos en hombres intuitivos y pasan al segundo nivel. En ese segundo nivel de consciencia es imposible que seas político o que seas religioso, porque ese segundo nivel te hará convertirte en un artista o en un filósofo. Puedes que seas médico o ingeniero, pero estarás dentro de la medicina y de la ingeniería como arte. Puede que seas presidente o ministro, pero habrás tocado la política desde la filosofía. Ya no te interesará el poder del ego, que es destructivo, sino el poder de la verdad y el amor, que es evolutivo. Cuando el político y el religioso siguen al artista y al filósofo, es ahí cuando el primer nivel crece hacia el segundo y entonces podemos hablar de otra clase de civilización basada no en los argumentos del ego, sino del espíritu. Si crees que Cristo y Buda y San Francisco de Asís y Einstein eran religiosos y políticos, te equivocas enormemente…eran artistas, eran filósofos, sus mentes alcanzaron el silencio. Por eso digo que el primer nivel que te lleva a la religión y a la política debe alcanzar el segundo nivel: el arte y la filosofía y ser guiado por éstos. Los políticos y los religiosos deben leer a los artistas y a los filósofos para subir de nivel, sino se quedan en los sellos inferiores.

En el inmenso océano del ser, no existe el ego. Cuando tomas la decisión de ser libre y de comenzar el viaje interior, comienza el proceso del silencio y auto-conocimiento en el que te vuelves un testigo de tus identificaciones nocivas, de tus emociones destructivas y de tus comportamientos adictivos. El ser más profundo de cada uno de nosotros es el Ser de todo el Universo y en ese estado de consciencia ALCANZABLE A TRAVÉS DE UN PROCESO INTERNO, tu proceso de identificación con conceptos como “mi país, mi pueblo, mi religión, mi grupo, mi nacionalidad, mi gente, mis seres queridos, mi trabajo, mi marido, mi familia, mi casa, mi causa, mis principios, mis valores” y toda las identificaciones que se te ocurran van cesando poco a poco, con muchas idas y venidas y cambios de humor espirituales hacia un cambio de consciencia que es exactamente lo mismo que pasar de “grado” en el colegio, sólo que se trata de ir elevando la consciencia en su estado restringido hacia estados más elevados. Todos esos procesos de identificación con las heridas del yo, van dejando lugar a una nueva y renovada confianza y entendimiento del Yo o ser. No es que vayas a dejar de tener esposos, familias, o nacionalidades, es que a través de este proceso de curación de tus emociones y comportamientos nocivos, vas conectando y alienando tu yo circunscripto con tu Yo universal y no circunscripto y el producto de esa alineación de tu parte acotada en la que tienes un nombre, una tarea en la vida y una serie de particularidades se alinea con esa parte tuya, en la que no existe ningún tipo de identificación. En esta nueva percepción de ti mismo te ves como eres consciencia pura en comunión con la consciencia pura de todas las criaturas. En ese viaje de auto-descubrimiento, la vida externa se vuelve inmensamente rica y te liberas de todas las ataduras emocionales que te hacen accionar desde el yo con estrés. El accionar desde el yo, es extenuante, porque el yo necesita todo el tiempo aprobación, reafirmarse continuamente en “lo mío, lo nuestro”, tener una causa para luchar contra otros, necesidad de expresar ira y enfado, estrés y un sentimiento permanente de lucha y miedo que es el síntoma principal de que la mente no ha conectado aún con el ser o alma. El estrés es el estado de desconexión del yo con el Yo. El alma o ser o universo es tu ser real, ese ser no es sólido en absoluto ni existe separado de todos lo demás, como lo demuestra la física cuántica actual. Todo en el universo es energía, incluido tú, aunque no lo veas así con el aparato sensorial que tenemos para experimentar la vida. El alma vibra en diferentes frecuencias y así surge la idea del universo físico y la idea del observador mirando los objetos de la observación. Pero todo es lo mismo. Tú eres el observador (la consciencia), el proceso de observación (la mente) y lo observado (mundo físico) en una continua interacción o diálogo cuántico que espeja en tu mundo físico tu diálogo interior más profundo. Cuando nos transformamos a través de la búsqueda espiritual madura, el “mundo de ahí fuera” se transforma, porque nosotros y el mundo somos uno. ¿Puedes imaginarte a ti mismo sin condenarte por nada en absoluto? ¿Puedes llegar a observar tu envidia, tus celos, tu miedo, tu avaricia, tu auto-compasión, tu alegría, tu angustia, sin condenarlas? ¿Podrías llegar a percibirte a ti mismo sin pasar tu imagen por los filtros de otras personas, ni de ti mismo? Todas las definiciones que tengas sobre ti mismo están en el pasado, porque vives, como todos, en el pasado, vives con lo muerto las 24 hs del día. ¿Porqué el árbol de la calle no es suficiente para que hoy seas feliz? ¿Porqué marchas por la calle y la gente no te sorprende en lo más mínimo? Las personas son unos mecanismos impresionantes, tienen una belleza infinita…¿porqué no las observamos con devoción? ¿Porqué ver a otra persona caminando ante nosotros no es ya un milagro que nos alegre todo el día? Por el pasado. Porque la mente está varada en el ayer y en todas sus interpretaciones. Entonces tu mente no es fluida, no está presente, no puede asombrarse ante lo nuevo, porque no está viendo lo nuevo, está viendo lo de ayer. Si la ciencia confirma que no tienes centro, que parece que eres un observador con un centro, pero en realidad no lo tienes…si la ciencia te dice que eres fluido, vivo, cambiante, siempre nuevo ¿porqué no es así tu mente? ¿Porqué esa señora no es bella para ti, sino una suegra arrogante, insoportable? ¿Serías capaz de observar a tu suegra, como un mecanismo impresionante de la vida, como una expresión magnífica de la existencia que tuvo que resumir millones de procesos durante millones de años para construir a “tu suegra”? ¿Serías capaz de observar a cualquier humano que te cause un intenso conflicto con la atención de un niño que descubre por primera vez un perro, y no está pensando si el perro es un enemigo ni le envidia, ni siente celos del perro, sólo está maravillado ante su color, su pelaje, sus movimientos? ¿Serías capaz de observar a cualquier humano con el que tengas un intenso conflicto sin pasado, sin condenar nada de esa persona ni condenarte a ti por condenar a otros? ¿Serías capaz de alcanzar esa inocencia en el mirar, esa inocencia en el sentir en el que sólo hay atención sin ninguna clase de juicio? Es entonces cuando puedes comenzar a hablar de amor. Antes de eso, a lo que nadie te puede llevar, a lo que ninguna doctrina ni filosofía te puede llevar, a lo que ninguna ideología te puede llevar, sólo estás hablando de emoción, de sensación, de placer, de dolor, de ideas, cuando hablas de amor. Ese estado de silencio interno, en el que desaparecen todos los juicios, toda ansia de posesividad, toda lucha y meta, y en la que desaparece todo tiempo entre lo que observas y tú, es un estado al que no sabrás siquiera cuando has arribado ni cómo lo has alcanzado. No podrás describirlo con palabras nunca. Es algo entre tú y tu silencio, nadie más puede compartirlo. No podrás jamás traducirlo al lenguaje. Sólo estoy aquí para decirte que amar puede quizás implicar desaparecer. Que el observador se pierda en lo observado sin juicio y sin tiempo, sin filtro del pasado, sin filtro del futuro.

Una mente amorosa es una mente que se ha silenciado. No porque no vayas a tener pensamientos, eso es imposible…sino que ves pasar tus pensamientos por la mente sin condenarlos. Ya no te condenas a ti, entonces será inevitable que ya no condenes a los otros. Y eso es todo. Esa es la sencillez que podríamos alcanzar para dejar de matarnos los unos a los otros, no es un sencillez que requiera esfuerzo, es un “ajá” lo he entendido. Es entender que eres fluido, que no tienes un centro o un yo que te haga continuamente separarte de lo observado, sino que eres una continuidad sin tiempo, sin pasado, como la ciencia lo confirma. Si sabes que eres una continuidad de energía, cuando odias y juzgas, sólo lo haces porque ves separación y tiempo entre tú y lo que odias, pero si logras percibir esa continuidad, si logras convertirte en esa continuidad, tu mente se ha aligerado de toda carga, de todo el pasado, de todo dolor. Es cuando acontece la belleza y la inocencia con la que miran los niños. Tu mirada sin pasado, es nueva y fresca. Todo lo que veas de ahora en más te sorprenderá.

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