La Insatisfacción Crónica y el Gozo
Cuando le pregunto a la gente, para escribir mi humilde libro, sobre qué piensa que es la felicidad y si se considera feliz, la mayoría me responde que siente una especie de insatisfacción crónica, una voz taladrando en la cabeza que dice “esto no es suficiente, no me siento pleno, debería pasarme algo importante”. No me satisface nada, necesito conocer mujeres nuevas todo el tiempo para seducirlas, porque al cabo de unos días “ya no estoy enamorado”, necesito conocer hombres nuevos todo el tiempo porque mi pareja no me atiende y necesito sentir cosas nuevas. Necesito permanentemente llenar mi tiempo con el chat, con la televisión, con la compra compulsiva. Con el sexo efímero, con la comida, con nuevos objetos que nunca son suficientes. Necesito más, me dice gente perfectamente sana y con talentos. Todo eso está para darte confort, pero no para hacerte feliz. Lo cierto que esta infelicidad como telón de fondo, es el mal del siglo 21. Personas perfectamente enteras físicamente, con recursos y totalmente abastecidas para cubrir sus necesidades más allá del umbral de la supervivencia, no logran sentir felicidad ni una conexión con la Vida. Esta sensación cuyo contenido es continuo, como una voz en sordina que dice “no me basta esto que está pasando, quiero una emoción más grande, algo más espectacular debe ocurrirme para que yo pueda manifestar contento”, es la voz del yo ilusorio permanentemente insatisfecho y que nunca quiere que tú, consciencia sin pensamiento condicionado (quien eres realmente), experimente la paz y la plenitud del universo. Porque todo lo buscamos fuera de nosotros y esta búsqueda nunca se satisface. Con esa insatisfacción de fondo controlando tu vida, jamás podrás ser un constructor. No podrás construir nada que trascienda. Porque toda tu energía está puesta fuera de ti. Si no soportas la soledad creativa. Si no soportas siquiera pasar un par de horas contigo mismo, sin ruido, sin música, sin el chat. Sólo tú con el universo. No podrás construir. No lo soportas, pero quieres los frutos de un constructor. No pueden llegar esos frutos. No puedes forjar una pareja si no paras de buscar el misterio en lo nuevo. No puedes forjar un proyecto si no tienes la voluntad de dar pasos rutinarios, pero extremadamente importantes para alcanzar un proyecto grande. Un día la mujer que hoy te seduce será algo conocido y transitado. Un día el trabajo que haces hoy te agobiará, pero el problema no está ni en la mujer, ni el nuevo hombre, ni en el trabajo, sino en que has perdido la capacidad de asombrarte con cosas que ahora, al darlas por obvias, parecen insignificantes. Si has estado dos meses postrado en una cama, entonces a los pocos días valorarás caminar de nuevo. Pero al tiempo te olvidarás de agradecer a las piernas que estén ahí y sólo el hecho de tener piernas, que es un hecho extraordinario y suficiente para que un humano se levante eufórico de la cama, no será suficiente para dejar de quejarnos. Si no dejas de buscar compulsivamente la felicidad en “sensaciones nuevas” y no eres capaz de emocionarte hasta la médula con cosas simples, que no son simples en absoluto. Para que tu ojo, que es un mecanismo impresionante de tecnología ingenieril, (si es que eres tan afortunado como para tener visión). Para que tu esa magistral maquinaria que ninguna cámara fotográfica puede igualar, perciba una hoja de un árbol, todo el universo debe expresarse a sí mismo en ese acto que para ti es tan obvio, tan insignificante, tan carente de relación con tu felicidad, que no reparar en él. Sí, todo el universo, con todas sus galaxias, con todos sus cuásares, con todos sus agujeros negros, con todos los adn de cada animal, humano y planta que habita el planeta, debe replegarse a sí mismo para que ocurra ese sencillo acto de que la magnífica máquina de tu cerebro perciba una hoja de un árbol. Todo el universo, porque todo está conectado en un nivel más profundo. Y para que ocurra el hecho “árbol” también debe replegarse todo el universo en una infinidad de procesos magníficos, inconmensurables para la mente convencional, un proceso en el que todo el mundo vegetal se expresa. Este hecho es tremendamente “espectacular”. Observar la infinitud de la Vida, con sus colores y texturas, observar a las personas en la calle, observar las nubes, las montañas, y cada objeto del universo físico. Estos hechos son tremendamente estimulantes si logras percibirlas sin etiquetar con las etiquetas “bueno o malo”. El poder mover las piernas si tienes la fortuna de poseerlas (conozco mucha gente que no las tiene) el sentir como tu cuerpo está vivo mientras caminas por la calle. Todas las fuerzas del universo deben ponerse en marcha para que tú puedas mover el dedo meñique del pie, para que digieras la comida a diario, para que el aire entre y salga por tu aparato circulatorio. No puedo siquiera imaginar hechos más trascendentales e impactantes para un ser humano que estos hechos. Sin embargo el yo ilusorio colectivo dice: bahhh, qué me importa a mí eso, yo no soy feliz y punto. Ese estado totalmente mediocre de la mente colectiva es el autor de esa infelicidad de fondo. Esa infelicidad de fondo es el síntoma de que todavía vives totalmente desde el pequeño yo y no desde la consciencia no condicionada que es tu verdadera realidad. Ese yo, que es una ilusión, quiere que creas que para sentirte contento debe pasarte algo que “no te está pasando ahora mismo”. Cuando lo que “está pasando ahora mismo”, la Vida y tu pertenencia a ella, es lo más impresionante que puede pasarle a un alma con experiencia humana. Pero el pequeño yo, que es infinitamente pequeño, se está quejando. De algo, de alguien, de que no tiene suficiente, de que no es reconocido, de que no pasa “nada”, de que no hay ninguna “novedad”, de que no es querido. Entonces pasas por la vida sin construir ni edificar, porque no eres capaz de estar un rato a solas contigo mismo. Y así, día tras día, la Vida con todo su despliegue, con toda su teatralidad, con todas sus criaturas infinitas y hermosas, con todas sus magistrales matemáticas, es pasada totalmente por alto en una crónica sensación de insatisfacción. Y cuando llega algún suceso que al pobre yo se le antoja:“bueno, esto sí que es bueno, por fin me pasa algo que vale la pena” (una nueva relación íntima, una nueva persona para conquistar, un premio, un suma de dinero, lo que sea), esa sensación de euforia dura muy poco. Al rato o a los días, el pequeño yo ya está otra vez lamentándose y dice “pero si no me pasa nada importante”. Creo que reconoces bien este proceso de la mente. Todo esto es la estructura de la mente egótica condicionada que compone la consciencia colectiva ordinaria, de la que ya está tomando consciencia mucha gente, pero otro grupo está totalmente dormido aún al proceso de despertar a un nivel más alto de consciencia. La exploración total de la consciencia, de la Vida es como ir al colegio, tiene un proceso. Algunas personas tienen despertares espectaculares ante sucesos muy dramáticos de su vida, como una enfermedad o pérdidas muy significativas, como un hijo. Pero no es necesario pasar por estas experiencias “tan teatrales” para ir subiendo de consciencia y dejar en manos de la Inteligencia subyacente a todo, “nuestros asuntos”. El síntoma más evidente de que vas bien encaminado es la acción que proviene de la no preocupación, es decir desde la confianza plena en la Inteligencia de la Vida. Todos buscamos la felicidad en hechos puntuales, que nunca dejan una satisfacción permanente y cuando los hechos son más bien de pérdida de los frutos de estos hechos puntuales (el amante que hace unos días era la salvación, ahora me aburre, el coche que gané se estropeó, el negocio que emprendí e inauguré no va como deseaba, etc) el pequeño yo dice: “Ahh, esto es infelicidad”. En realidad el pequeño yo sólo llama felicidad al placer e infelicidad al cese del placer. Pero el gozo, la plenitud del alma, jamás será hallado en el circuito placer-dolor del ego, al que se le pasa totalmente inadvertida la Vida. Jamás serás feliz dentro de esta rueda de buscar ansiosamente un nuevo placer y sufrir cuando éstos cesan, porque siempre cesan, afortunadamente. Si no cesaran la mente humana adquiriría el estado vegetal, por aburrimiento. ¿Entonces qué es ser feliz? Esta pregunta es muy personal, sólo tú puedes responderla, pero yo creo que es ser consciente del espacio que rodea a las experiencias personales, sin ser abducido por ellas y ser consciente de la Vida y todo su despliegue a nuestro alrededor y que esto “ya sea suficiente” para estar no un poco contento, sino absolutamente contento. Esto no significa la ausencia de grandes metas. Pero el error del yo ilusorio es que para alcanzar grandes metas debes dar pasos gigantes y fantasiosos. Y lo cierto es que nada en la naturaleza hace eso. El árbol no dice mientras es semilla: “odio ser semilla, y vivir en este país, lo que yo quiero en realidad es salir en el programa de Oprah, el lunes mismo, siendo un árbol famoso”. La naturaleza permite que la inteligencia siga su curso con pasos pequeños, pero sumamente importantes en su proceso de florecimiento. Si eres capaz de ver que en este momento está pasando algo increíble en ti y a tu alrededor, estás accediendo al gozo del alma y sólo entonces podemos ser constructores. El verdadero gozo es ese, es permanente, es real, y es la verdadera felicidad.
Cristina Bergoglio
Hola Cristina. Nos pasamos buscando la felicidad fuera de nosotros, cuando realmente estamos ante un mundo ilusorio, que se desvanece constantemente. Cómo tú bien dices, la verdadera felicidad está a tu lado, aquí mismo. Ya lo dijo también Osho. Un placer seguir conectadas. Voy a recomendar este blog a mis amigos. Un beso grande.
ResponderEliminarTu evolución te llevó al blog. Me harás un regalo estupendo si recomiendas el blog. Lo cierto es que no pensaba crearlo, lo cree por "error", se creó solo en mi ordenador cuando estaba intentando hacer un comentario en otro blog. Te lo agradezco muchísimo!!Cómo tú dices el mundo de las formas es ilusorio. Lo explico mejor en la entrada primera: Qué es la realidad y que no es. Allí está explicado científicamente. Esto no significa que no disfrutemos del mundo ni que yo no tenga problemas en mi vida, pero ya no hago de ellos un conflicto!Un besote Alodia, tu nombre es muy bello
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