Me pregunto quién está más inmerso en la realidad, cuya comprensión profunda nos ofrenda la física cuántica: un hombre desprovisto de dos de los cinco sentidos perceptivos como Daniel Alvarez, u Oscar Negreira, invidente, un excelente deportista que ha escalado cumbres de cotas muy altas, en condiciones extremas y que es a su vez un hombre muy preparado. O lo está cualquier ser sintiente con plena capacidad de sus funciones perceptivas, pero que es incapaz de celebrar con agradecimiento la experiencia vital. La experiencia del mundo físico es una superstición que hemos aprendido, confiando exclusivamente en nuestros cinco sentidos. Esta superstición acepta la experiencia sensorial como la prueba definitiva de la "realidad" del mundo físico. En este paradigma, en que todos estamos atrapados por condicionamiento social, solo es "real" lo que podemos tocar, ver, oír, oler y degustar con nuestros órganos de percepción. Sin embargo, desde hace ya muchos años, los físicos cuánticos, nos develan una realidad más mágica e incluso más "real", donde hasta la idea de que un objeto es sólido y desconectado de lo demás, es un absurdo, en un caos de energía, vacío e información que parece ser, efectiva y experimentalmente, el universo que habitamos. El ser humano solo usa el 5 por ciento de su capacidad intelectual, porqué habría de sorprendernos, sin quitar mérito a su tremenda capacidad de superación, el tremendo potencial de Daniel, al comunicarse con el mundo de un modo tan o más efectivo que cualquiera de nosotros.
Todo aquello que percibimos con los sentidos nunca nos llega de manera directa ni limpia de interpretaciones. Para que una persona de otra raza te produzca aversión a través de la vista, el cerebro ha tenido que realizar múltiples asociaciones con experiencias del pasado, y todas las experiencias del pasado tienen a su vez sus interpretaciones que te llegan a través de la autoridad de otras personas sobre ti. Si fueras ciego de nacimiento y conocieras a una persona de raza negra, sin el sentido de la vista, tu mente está menos contaminada para crear la idea de que debes odiar a esa persona o sentir aversión por esa persona. Sencillamente en tu cerebro no hay registro de lo que significa visualmente una persona de otra raza, por lo tanto la inhibición de ese sentido, facilita la comunicación con alguien diferente a ti. Sin que tengas que experimentar la ceguera física, te invito a que consideres este ejemplo para investigar conmigo cómo la interpretación de la memoria a través de las imágenes es lo que nos hace odiar, amar, sentir placer o dolor ante la realidad que acontece totalmente sin interpretar ni etiquetar. Para una persona ciega la posibilidad de que existan cosas “feas” es mucho más lejana que para una persona vidente. Existe para ella por supuesto lo análogo a feo, que puede ser desagradable a los otros sentidos. Sólo quiero conducir tu mente a un estadio de entendimiento en el que comprendas que todo aquello por lo que sientes aversión no es más que una imagen que tienes en el cerebro asociadas a otras imágenes que producen en ti aversión y que tienen que ver con lo que has experimentado en el pasado. Si eres capaz de mirar todo con la falta de interpretación de un invidente, es decir que si eres capaz de mirar a otro libre del pasado, libre de toda interpretación, libre de toda imagen, entonces ocurre la comunicación, lo que realmente es el amor. Para amar debes volverte ciego a toda imagen almacenada en la memoria, de ese modo todo lo que percibas te llegará tal cual es, sin la condena ni la justificación que hacemos a través de la interpretación. Ese modo de mirar limpio de etiquetas, denuncias, ideas, creencias preconcebidas, heridas emocionales, es el modo de mirar de la belleza. Porque todo lo que mires así, te parecerá inevitablemente bello, nuevo y fresco. Y de este modo de mirar libre, realmente libre, no puede ocurrir el conflicto. No puedes estar en conflicto con algo que es siempre nuevo y que no lo censas con tus sentidos. Sólo mirando ciego de prejuicios estás viendo realmente.
CristinaBergoglio
Mirar con los ojos inocentes de un niño a cada instante. "El poder del ahora". Cada momento nos regala magia. Un beso grande.
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